Otra
historia de amor entre dos jóvenes deseosos de amar. El principio bonito y
destacable, el final; espera; ¿qué final?.
Un
período de tiempo extenso vivieron ambos dos. Encantadora historia de amor
entre él y ella. Mimos, amos, abrazos, sonrisas, besos, caricias y pasión.
También gritos empañados en desesperación y lágrimas de celos y dolor.
Lo malo
de una buena historia, es que el final no se percibe, no se palpa,
sencillamente impacta y te estalla en la cara. Y eso ocurrió aquí, de la noche
a la mañana: discusiones, lágrimas, sollozos y una despedida cargada de dolor.
Falta de sentimientos e intensidad, algo difícil de inventar. Pero inventado al
final.
“Adiós”:
decía sin mirar atrás, pero deseándolo hasta rabiar. Se fue, se separaron, se
marchó. A las semanas todo tenía una fea explicación. La palabra “otra”
resonaba en sus mentes y vaya que si resonó. Había cambiado lo que más amaba
por una efímera diversión.
Pasó el
tiempo y ambos compartieron con otros lo que se morían por vivir con su otra
mitad. Al final, nada claro en esa historia con final borroso y traslúcido.
Si aún
no han ganado es por cobardes y orgullosos. Pero, no uno, sino ambos.
Orgullosos y cobardes les faltan a los dos las ganas de luchar, porque amor hay
hasta rebosar. Aún espero el momento en que ella me susurre que ha ganado la
partida. Que lo ha conseguido, y acaba de despertarse y está desnudo de nuevo a
su lado en la cama. ¡Joder, como ansío llegar a ese capítulo de su historia!
Quizás,
aún estén a tiempo para regresar. Para echarle agua oxigenada y betadine a la
herida y volverlo a intentar.
Esta
historia desde mi visión es una de esas sin final. De esas que como en los
cuentos de hadas nunca deben acabar. Pero claro, si cobardes y orgullosos ambos
son, ¿quién entonces será el primero en arriesgarse por amor?. Uno de ello debe
ser el valiente y decidir que ocurrirá. Es entonces que solo está en sus manos,
solo en sus manos.
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