viernes, 30 de agosto de 2013

The Fate.

Puede que últimamente me fije demasiado en la fugacidad del tiempo. Las circunstancias pasadas me han obligado a hacerlo, a darme cuenta de que nada es eterno y que las personas al igual que vienen, se van. Intento evitarlo, pero no puedo evitar entristecerme al pensar que tal vez mañana...mañana ya nada sea igual. Por el simple hecho de que "Tempus Fugit". La vida es así, y lo triste es que no hay nadie preparado para advertirnos sobre ello, si no que debemos aprender a golpe de despedidas y "adioses" que a veces resultan incompletos. Dicen que solo los que valen la pena regresan, pero la nostalgia siempre se queda residiendo en nuestro corazón. Por ello, no podemos evitar tampoco extrañar a algunas personas que se fueron por su propios pies y ya ni recuerdan los momentos buenos a nuestro lado. Solamente podemos recordar a aquellas que fuerzas mayores nos las arrebataron.

No obstante, por curioso que sea, también se marchan o se quedan atrás "yo's" nuestros del pasado. Partes de nosotros, cualidades o rasgos que por "x" razones abandonamos en una cuneta y a veces parecen gritarnos desde tiempos pasados, implorando que volvamos a recogerlos, cuando sabemos de sobra que se quedarán allí para el resto de sus días. Aún así, aunque nos desprendamos de trocitos de nosotros, no podemos olvidar o ignorar su existencia. Pues el pasado es nuestra mayor maleta y la que más pesa. Vayamos, a donde vayamos siempre estará encadenada a nuestros pies y nos acompañará hasta el fin de nuestros días. Solo hay que saber como cogerla para que no pese en exceso y que objetos de su interior dejar en la tierra de olvido, y cuales quedarnos. La cosa no es desprenderse del pasado, es saber vivir con él. Superarlo y saber a ciencia cierta que al igual que se quedan cosas buenas, también cosas malas. Al fin y al cabo, todo lo malo se va, y lo bueno siempre regresa. Como diría Charlie de LOST, el "Fate".

jueves, 29 de agosto de 2013

El día que me enamoré por primera vez.

Recuerdo el día que me enamoré de ella. Solamente había sentido una atracción fatal de esa manera una vez, una sola vez. Fue de la anteriormente conocida, pero claro el hecho de que parte de mis raíces sean de allí podrían explicar ese enamoramiento. Pero, ella, ella era realmente especial. Me sentía como en casa cuando estaba a su lado, su aire era embriagador y la brisa marina me abrazaba con una suavidad…que cualquier humano podría envidiar. Se vestía de colores verdes y vivos, ella en secreto admitía que amaba su luz. Además, se bañaba en aguas puramente cristalinas que nada tenían que envidiar a otros lugares. Sus gentes, su familia y sus hijos eran personas hospitalarias y maravillosas. Los ojos azules campaban por allí a sus anchas y la música celta parecía escucharse en todos los rincones.


No sé como lo hizo, no sé como lo consiguió, solo sé que a partir de ese momento una parte de mi pequeño corazón se quedó con ella para siempre. Junto a Galicia, se quedó. 

domingo, 25 de agosto de 2013

Prometí.

Prometí no volver a enamorarme. Prometí no volver a sonreír de ese modo. Prometí no volver a llorar por nadie que no fuera un amigo o familiar. Prometí no volver a sentir esa sensación en el estómago. Prometí no volver a necesitar a nadie de tal forma. Prometí no pensar de nuevo  en un solo nombre. Prometí que no volvería a tropezar de ese modo. Prometí no empezar otra vez ninguna historia que pudiera lastimarme a mí y a mi perdido corazón. Prometí no volver a caer en las garras de otra sonrisa de esas dimensiones. Prometí no volver a temblar o sentirme pequeña por el poder que una mirada puede tener sobre mí. Prometí no sentirme así por encontrarme entre los brazos de alguien. Prometí no volver a desear la compañía tanto de alguien. Prometí también, que no volvería a extrañar a nadie hasta el punto de clavárseme su ausencia en el alma y ver como se ancla a mi cama. Si...prometí demasiadas cosas. Cosas que creía con todas mis fuerzas poder mantener toda la vida a raya, pero claro no conté contigo. No reparé en el color intenso de tu mirada o en la luz que irradia tu sonrisa, hasta que un día me dí cuenta de que los necesitaba más de lo que yo misma creía. Prometí bastantes cosas, hice promesas inútiles que al llegar a tú se rompieron una tras otra, como si de hojas secas se tratasen. Miles de promesas que hice en mi cabeza y después de mil noches en vela llorando y suspirando por nada, se han resquebrajado. Y solo gracias a ti, que apareciste me curaste y como ya te dije, me recordarte lo que era sonreír. Cerraste mis heridas y me enamoraste de ti a pesar de todas esas promesas que yo creía inquebrantables...Quien sabe, o tú eres más especial de lo que crees o yo más débil de lo que me pienso. Sea como sea...


viernes, 23 de agosto de 2013

Luchar contra el tiempo.


El ir y devenir de los días marcaban su vida. Nunca se había dado de la importancia del tiempo hasta que el primero de sus seres queridos abandonó la vida, al igual que tanto había sentido su grado de relevancia hasta que la primera persona que realmente había querido la había dejado sola.

Ahora, los días tenían su fin y las fechas eran efímeras. Nada era eterno y los segundos parecían escurrirse entre sus dedos como si de agua fresca se tratase. No hacía nada más que pensar en lo que quedaba para aquel momento.

Nunca le agradó lo de luchar a contrarreloj, pelear contra el tiempo y el incesante “tic-tac” del maldito reloj. Tampoco le gustó demasiado lo de ir tachando días en el calendario e ir arrancando los meses que se iban sucediendo. Sin embargo, tenía que hacerlo. El tiempo trascurría y a un ritmo vertiginoso aunque no lo quisiera, tendría entonces que luchar contra él, pelear contra sus agujas y protegerse de los cambios de hora. Es decir, luchar contra el paso del tiempo. ¿Lo conseguiría?


La marcha atrás había comenzado, le tocaba correr contra él o huir tratando de esquivarlo. Cuando sabía a ciencia cierta, que perfectamente, aquel día llegaría.


Sensaciones después del sueño {1}.

La presión se cernía con ganas y ansia sobre su pecho. Aplastaba sus pulmones como si no hubiera mañana y asfixiaba a su corazón de  una manera brutal. Odiaba despertarse con esa horrible sensación después de lo que pretendía ser una siesta reparadora. La ansiedad de nuevo se cebaba con su respiración y el ritmo de su cardíaco órgano. Podía sentir como debajo de su piel, el pobre se retorcía e intentaba zafarse de esa emoción.

“Ayuda, Ayuda, Ayuda” eso gritaba con miedo y con desesperación. “¿Nadie pretende ayudarme?” Eso se preguntaba con angustia y observando al resto de órganos a los que parecía estar infectando con aquel dolor y malestar. Todos entonaban una triste melodía que acariciaba cada rincón de su organismo, sintiendo ella como uno a uno se iban uniendo hasta formar una gran coral.

Necesitaba respirar, pero el aire fresco que entraba desde todas cavidades de su hogar no mejoraban su ánimo. Le faltaba sangrar, para convertir aquello verdaderamente doloroso. Pasaban los segundos que trataban de convertirse en los minutos más largos de su vida hasta que de repente, suspiró. Suspiró profundamente y encontró algo de calma en la infernal canción que se oía a través de sus altavoces.


“Déjame descansar miedoso corazón”.