viernes, 30 de agosto de 2013

The Fate.

Puede que últimamente me fije demasiado en la fugacidad del tiempo. Las circunstancias pasadas me han obligado a hacerlo, a darme cuenta de que nada es eterno y que las personas al igual que vienen, se van. Intento evitarlo, pero no puedo evitar entristecerme al pensar que tal vez mañana...mañana ya nada sea igual. Por el simple hecho de que "Tempus Fugit". La vida es así, y lo triste es que no hay nadie preparado para advertirnos sobre ello, si no que debemos aprender a golpe de despedidas y "adioses" que a veces resultan incompletos. Dicen que solo los que valen la pena regresan, pero la nostalgia siempre se queda residiendo en nuestro corazón. Por ello, no podemos evitar tampoco extrañar a algunas personas que se fueron por su propios pies y ya ni recuerdan los momentos buenos a nuestro lado. Solamente podemos recordar a aquellas que fuerzas mayores nos las arrebataron.

No obstante, por curioso que sea, también se marchan o se quedan atrás "yo's" nuestros del pasado. Partes de nosotros, cualidades o rasgos que por "x" razones abandonamos en una cuneta y a veces parecen gritarnos desde tiempos pasados, implorando que volvamos a recogerlos, cuando sabemos de sobra que se quedarán allí para el resto de sus días. Aún así, aunque nos desprendamos de trocitos de nosotros, no podemos olvidar o ignorar su existencia. Pues el pasado es nuestra mayor maleta y la que más pesa. Vayamos, a donde vayamos siempre estará encadenada a nuestros pies y nos acompañará hasta el fin de nuestros días. Solo hay que saber como cogerla para que no pese en exceso y que objetos de su interior dejar en la tierra de olvido, y cuales quedarnos. La cosa no es desprenderse del pasado, es saber vivir con él. Superarlo y saber a ciencia cierta que al igual que se quedan cosas buenas, también cosas malas. Al fin y al cabo, todo lo malo se va, y lo bueno siempre regresa. Como diría Charlie de LOST, el "Fate".

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