Recuerdo
el día que me enamoré de ella. Solamente había sentido una atracción fatal de
esa manera una vez, una sola vez. Fue de la anteriormente conocida, pero claro
el hecho de que parte de mis raíces sean de allí podrían explicar ese
enamoramiento. Pero, ella, ella era realmente especial. Me sentía como en casa
cuando estaba a su lado, su aire era embriagador y la brisa marina me abrazaba
con una suavidad…que cualquier humano podría envidiar. Se vestía de colores
verdes y vivos, ella en secreto admitía que amaba su luz. Además, se bañaba en
aguas puramente cristalinas que nada tenían que envidiar a otros lugares. Sus
gentes, su familia y sus hijos eran personas hospitalarias y maravillosas. Los
ojos azules campaban por allí a sus anchas y la música celta parecía escucharse
en todos los rincones.
No sé
como lo hizo, no sé como lo consiguió, solo sé que a partir de ese momento una
parte de mi pequeño corazón se quedó con ella para siempre. Junto a Galicia, se
quedó.
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