La
decadencia de la existencia del ser humano se hace visible en las noches, cuando
nadie más aguarda y acecha sus movimientos. Es en la penumbra proveniente del
manto nocturno, cuando las personas se desfogan, algunos lloran hasta quedarse
más secos que el propio Sahara. Otros, lanzan gritos en vano tratando de
deshacerse de toda esa ira e impotencia que se les clava en las extrañas.
Aunque claro, también están aquellos que se follan salvajemente desarmando todo
el juego de sábanas de la cama, o los que prefieren deleitarse haciéndole el
amor a la persona que da luz y brillo a su alma.
Y es
qué..¿quién no se siente medianamente protegido al amparo de la noche, cuando
solo se escuchan los ruidos que provocan tus propios miedos y las voces de tus
fantasmas más anónimos o las de los que tienen nombre y apellidos? . Seguros en
una privacidad que en alguna que otra ocasión solo es un espejismo vano, pues
hasta las paredes tienen oídos y dentro de nuestros armarios nadie sabe que se
fragua con exactitud en sus adentros cuando los cierras hasta el día siguiente.
Y es
que el sigilo que provocan las sombras en la noche puede ser alentador o
aterrador. Puede que disfrutes de el extraño movimiento de la negrura de tus
muebles como si de un desfile se tratara, o acabar tan inquieto por esas cosas
que te imaginas que termines cubriéndote con la sábana como si de un escudo
protector se tratase.
También,
están los que aprovechan la caída del sol para componer sus más oscuras
melodías, pintar sus más tétricos cuadros o escribir las más abstractas con
líneas con sangre proveniente de alguna herida.
No obstante, ¿quién no se queda sentado en la noche escuchando alguna
canción y aguardando a las musas?. Vamos, vamos, seguro que alguno más de una
vez lo habéis hecho.
Y es que
es la ausencia del Sol, el momento en todos guardan sus disfraces, se deshacen
de sus máscaras y actúan como lo que realmente son: seres humanos con defectos,
sin armaduras y con sentimientos escondidos tras la más fría de razón.
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