martes, 8 de octubre de 2013

Mil y una veces.



Se quejaba y se queja de que no le dice cosas bonitas. ¿Habrá visto la cantidad de entradas que llevan su nombre entre líneas, diciéndole mil y unas palabras de amor distintas? A veces lo hace por vicio, o eso cree ella. Pero, como tampoco le supone un esfuerzo sobrehumano darle lo que le hace sonreír,  le ofrece su amor en forma de palabras y listo.

Es curioso, porque a veces parecen escasear esas palabras, puede que el sentimiento sea bastante intenso, pero es que se ha parado tantas veces a halagarle y describir ese amor que parece quedarse muda. Aunque, puede que la causa resida en que a veces se sienta incapaz de poder pronunciar con palabras, sus ganas de abrazarle. Hasta el punto de frustrarse y estallar en lágrimas por no poder hacer nada.

¿Cuántas veces tiene qué decirle qué le necesita? ¿Y qué sin él se siente vacía? Que añora su sonrisa, y su calor refugiando al suyo. Su voz decorando los silencios o su respiración como despertador. Que se siente perdida si no encuentra su mano para guiarla y acompañarla en sus altibajos emocionales. Que aunque finja que algo no le importa, en realidad le escuece por dentro. Que lo echa tanto de menos, que termina abrazada a un peluche para no notar demasiado su ausencia en su cama. Que más que su cuerpo, extraña en mayor cantidad su espíritu y su sonrisa.

No le importa repetirle todas las veces que sea necesario, que cada vez que escucha su voz algo se vuelca en su interior. O que tan solo con ver su sonrisa se derrite por dentro poquito a poquito. Que más que a su sexo, desea el calor de sus brazos y los susurros de sus labios. Que lo que aguanta es la ausencia de lo carnal, pero no de los mimos y se voz. Joder como necesita escuchar su voz al acostarse y al abrir los ojos por las mañanas. Que nada, ni nadie se compara a él, o la felicidad que le proporciona.

¿Qué qué quiere?, estar con él todo el tiempo que pueda, por no decir siempre. Ver su hermoso rostro todos los días a su lado en la cama, o abrazarlo siempre que lo necesite. Sentir los latidos de su corazón contra su pecho. O su calor, tan cerca como la física lo permita. Poder, observar su mirada tranquilizadora siempre que lo desee. Agarrar su mano cada vez que necesite sentir que la apoya. Hacerle feliz, y enamorarle todos los días. Poder presenciar sus tiernos enfados y piques. Y embriagarse de su aroma todas las noches, hasta que se convierta en una bonita adicción. Y así, muchas cosas más distintas.


¿Cuántas veces necesita qué le diga qué le quiero? Si hasta he pasado de decírselo en primera persona, a narrarlas en tercera. A este paso terminaré escribiendo poesía, y convirtiéndome en narradora omnisciente, solo para poder recordarte, una y otra, y otra, y otra vez, las mil y una veces que te gusta que te repita, lo mucho que te quiero y te adoro.

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