Se
quejaba y se queja de que no le dice cosas bonitas. ¿Habrá visto la cantidad de
entradas que llevan su nombre entre líneas, diciéndole mil y unas palabras de
amor distintas? A veces lo hace por vicio, o eso cree ella. Pero, como tampoco
le supone un esfuerzo sobrehumano darle lo que le hace sonreír, le ofrece su amor en forma de palabras y
listo.
Es
curioso, porque a veces parecen escasear esas palabras, puede que el
sentimiento sea bastante intenso, pero es que se ha parado tantas veces a
halagarle y describir ese amor que parece quedarse muda. Aunque, puede que la
causa resida en que a veces se sienta incapaz de poder pronunciar con palabras,
sus ganas de abrazarle. Hasta el punto de frustrarse y estallar en lágrimas por
no poder hacer nada.
¿Cuántas
veces tiene qué decirle qué le necesita? ¿Y qué sin él se siente vacía? Que
añora su sonrisa, y su calor refugiando al suyo. Su voz decorando los silencios
o su respiración como despertador. Que se siente perdida si no encuentra su
mano para guiarla y acompañarla en sus altibajos emocionales. Que aunque finja
que algo no le importa, en realidad le escuece por dentro. Que lo echa tanto de
menos, que termina abrazada a un peluche para no notar demasiado su ausencia en
su cama. Que más que su cuerpo, extraña en mayor cantidad su espíritu y su
sonrisa.
No le
importa repetirle todas las veces que sea necesario, que cada vez que escucha
su voz algo se vuelca en su interior. O que tan solo con ver su sonrisa se
derrite por dentro poquito a poquito. Que más que a su sexo, desea el calor de
sus brazos y los susurros de sus labios. Que lo que aguanta es la ausencia de
lo carnal, pero no de los mimos y se voz. Joder como necesita escuchar su voz
al acostarse y al abrir los ojos por las mañanas. Que nada, ni nadie se compara
a él, o la felicidad que le proporciona.
¿Qué
qué quiere?, estar con él todo el tiempo que pueda, por no decir siempre. Ver
su hermoso rostro todos los días a su lado en la cama, o abrazarlo siempre que
lo necesite. Sentir los latidos de su corazón contra su pecho. O su calor, tan
cerca como la física lo permita. Poder, observar su mirada tranquilizadora
siempre que lo desee. Agarrar su mano cada vez que necesite sentir que la
apoya. Hacerle feliz, y enamorarle todos los días. Poder presenciar sus tiernos
enfados y piques. Y embriagarse de su aroma todas las noches, hasta que se convierta
en una bonita adicción. Y así, muchas cosas más distintas.
¿Cuántas
veces necesita qué le diga qué le quiero? Si hasta he pasado de decírselo en
primera persona, a narrarlas en tercera. A este paso terminaré escribiendo
poesía, y convirtiéndome en narradora omnisciente, solo para poder recordarte,
una y otra, y otra, y otra vez, las mil y una veces que te gusta que te repita,
lo mucho que te quiero y te adoro.
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