Una vez
que terminó en el baño, fue a su habitación, abrió el armario y el cajón de sus
camisetas. Escogió la que le apeteció y poniéndose el sujetador procedió a
colocarse después la camiseta. Luego buscó unos pantalones y finalmente se
enfundó sus converse. Se quedó entonces pensativa…¿a dónde iba?, joder, era
sábado. Maldijo entonces a todos los dioses que se le ocurrieron y se desvistió
rápidamente volviendo a ponerse el pijama, su amado pijama.
Intentó
volver a dormirse pero solo daba vueltas y vueltas en la cama, ahí seguía
encadenada la ausencia de quien más amaba. Ahí, a su jodido lado en la puta
cama, debajo de las sábanas entre secuencias y secuencias de días, a las que
conforme pasaban los meses se sumaban más. Rendida acabó sumiéndose de nuevo en
sus peores sueños y sus mejores pesadillas. A saber que pasaba por la mente de
aquella muchacha.
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