Fue
hace mucho, mucho tiempo, cuando aún no
existían los humanos e incluso cuando el mundo aún no era el que hoy en día
conocemos. Era entonces, un día cualquiera, de un mes cualquiera, de un año que
no recuerdo. Las estaciones aún no adornaban del todo la naturaleza y el
equilibrio entre Frío y Calor era inexistente.
Paseaba
el Frío entre una cadena montañosa
pensando tranquilamente en las cosas que suele pensar él:
glaciares, nieve, los polos…El Frío
seguía su paseo por montañas, mares y cabos congelando cosas al azar y bajando
las temperaturas.
En otra
parte de aquel mundo, el Calor hacía
su propio camino subiendo las temperaturas del ambiente y creando incendios.
Nunca había conocido nada que no fuera aquello. Alguna vez se había encontrado
lugares en las que el calor era inexistente y huía por miedo a acabar igual.
Fue
entonces cuando sucedió. En medio de ninguna parte ambos se cruzaron: el Frío y
el Calor. Se quedaron mudos, la presencia del otro le hacía encogerse de placer
y dolor. Era una mezcla explosiva: el Frío
se sentía tan a gusto en compañía de aquel calor que rellenaba los huecos fríos
de su alma y el Calor sentía como
alguien relajaba su temperatura ofreciéndole una sensación completamente nueva
para él. Mientras que al mismo tiempo el contacto con algo tan opuesto a sus almas les hacía retorcerse un poco de dolor. Pero era un dolor chiquitito, en medio de un mar de placeres nuevos.
Desde
ese preciso instante alguien cambió en el mundo, pues el Frío y el Calor se
habían enamorado. Empezaron a buscar una preciosa estabilidad: las estaciones (primavera,
verano, otoño e invierno). La primera y tercera eran sus meses de equilibrio y
la segunda y cuarta eran sus meses de disputas, cuando decían pasar un tiempo
el uno sin el otro para evitar más discusiones. Además en esos períodos de
separación, el Frío acudía al norte y al sur, creando lugares tan helados que
fueran solo para el como por ejemplo los polos. Mientras que el Calor se marchaba de
Oeste a Este creando los desiertos. Pero a fin de cuentas volvían a unirse porque
se daban cuenta que no podían vivir el uno sin el otro.
Y así
fue como se enamoró el Frío del Calor y viceversa. Por eso ninguno de los dos
puede destruirse, y cuando hace mucho frío parece que te quemas y cuando hace mucho
calor que te hielas (esto está por determinarse mejor). Desde aquello el mundo
es mundo, como lo conocemos tal cual. Así que ahora al menos cuando sea una
estación, podrás saber en que punto está su relación, y recordar que a
pesar de una cosa u otra el equilibrio es importante y que bueno hasta las
temperaturas se enamoran.
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