jueves, 16 de mayo de 2013

"Bye Fear, Hi Love."



Puede que suceda como predijiste aquel día letal. Puede que un día en alguna estación de tren como en una típica escena americana, cuando tú estés apunto de subir en ese ferrocarril, tu mirada se cruce con la mía y te obligues a ti mismo a retroceder. Que te acerques a mí, me sonrías y me des dos besos, invitándome a tomar un café para hablar de nuestro ahora y nuestro pasado.  Si la suerte nos ha sonreído yo me habré convertido en una crítica musical de prestigio y tú en un flamante artista contemporáneo.

Si todo eso acontece acabaremos sentados en una mesa alejada del resto en un café típico de cualquier estación de trenes. Empezarás a relatarme tu vida, tus pinturas, tus exposiciones. Mientras yo, te diré el número exacto de conciertos a los que habré asistido y a la cantidad de artistas que he conocido y sé que a ti también te gustaría conocer. Incluso puede que lo conozcas a él, que hayas escuchado su música y te guste encima de todo.

Posiblemente acabe perdiéndome en el pequeño placer que me producirá el observarte. Me fijaré en cómo te has convertido en un hombre. Me percataré de cómo una pequeña brisa proveniente del aire acondicionado remueve juguetona uno de tus cabellos molestándote. También, de cómo mueves la muñeca y con ello los dedos para remover el azúcar que reside en el fondo de tu vaso de café. Y sí, recordaré un pasado lejano, volveré a sentirme pequeña, indefensa e incluso a lo mejor se me escape alguna de esas risas de niña chiquitina jodidamente adorable que solo tú tenías el privilegio de escuchar. Muchas imágenes difuminadas de momentos increíbles se proyectarán en mi mente y en silencio recordaré como con solo diecisiete años me enamoré de ti, de ese niño de sonrisa mágica que eras. Y sé, joder, sé de sobra que cuando ladees la sonrisa será porque tú también habrás sacado ese cajón guardado de memorias y te deleitarás observando con minuciosidad todos y cada uno de los objetos que en su interior diste cobijo un día.

Me reiré al comprobar como una pequeña gota de café se desliza por tu comisura izquierda y tú te la quitas usando con suavidad una de esas servilletas en las que pone: “Gracias por tu visita.”. Será entonces cuando una pequeña vibración de mi teléfono me haga volver de ese viaje al pasado en el que me he visto sumergida desde la primera vez que te miré en el andén.  Sabré de sobra que es él, y una enorme sonrisa se dibujará en mi rostro.  “Un momento”, te murmuraré para poder comenzar la llamada. “Hola mi amor” susurraré mientras lo llamo y tú me observas con un brillo de nostalgia en tu mirada. Me contará su día, que ha hecho y a quien se ha encontrado. Me recordará lo mucho que me extraña y las ganas que tiene de hacérmelo encima de la mesa de nuestra cocina. Volveré a sonreír como una idiota que con tan solo escuchar su voz siente como se le eriza la piel. 

“Te quiero mi amor”, será la frase con la que me desprenda del móvil y vuelva a encontrarme contigo.  Sonreirás de forma tonta y me mirarás con una melancolía casi palpable para acabar diciéndome: “Recuerdo cuando yo era el dueño de esos te quiero, cuando yo provocaba tus sonrisas y cuando te perdías entre los surcos de mi piel…Vaya…parece que fuera ayer cuando te encontraba nada más abrir los ojos alguna que otra mañana. Mentiría entonces si te dijera que no te echo de menos.” . Lo más probable es que mi corazón se paralice durante unos segundos y yo te responda:  “Si…y fue hace diez años…Como pasa el tiempo. Yo también te he echado de menos y te echo de menos. Pero, ahora es él.”.

Me pararé a pensar en todo lo vivido, en como apareció él y reparó mis engranajes. Me daré el capricho de recordarme que nunca te olvidé, que siempre seguirás en mi interior como un buen momento de mi  vida, y que sea mi yo del pasado o mi yo del presente, ambos siempre te querremos y sentiremos algo cada vez que tu mirada se tropiece con la mía. Sin embargo, repararé en él, en lo feliz que me hace y en lo jodidamente especial que es su esencia y todo lo que compone. En cómo me alegra los días y como me quiere.
Pero, si, habrá un pequeño segundo en el  que me planté abandonarlo todo y volver a encontrarme con aquellos brazos añorados y aquellos besos robados.  No obstante, será solo eso: un pensamiento fugaz, por que el color verde esperanza de su mirada y el delicioso aroma que desprende su piel me hará evocar los mil y un defectos que tiene pero que le hacen increíblemente perfecto para alguien como yo. Sabré de sobra que nuestro tiempo ya pasó, que aquel “tú y yo” se quedó anclado un fatídico mes de Marzo, pero como suelen decir: “Lo breve, es dos veces nuevo”.

Centraré de nuevo mi mirada en la tuya y comprobaré por la combinación de tus facciones y movimientos por un instante, que tú también has pensado en volver a intentarlo, en desear con todas tus fuerzas encontrarme de nuevo a tu lado en tu cama. Pero, que tan pronto como lo has reflexionado,  lo has desechado, supongo que es porque me ves feliz y eso apacigua tus voces internas. Me tomaré la libertad de estirar con lentitud mi brazo para apartar de tus ojos, ese rebelde flequillo que llevabas y aún día sigues llevando. Y será entonces, cuando caigamos en la cuenta de que estamos bebiendo de un par de tazas vacías, pues hará más de media hora que terminamos con el café y lo que en realidad ha sucedido es que nos hemos perdido con profundidad en las facciones del otro y en indagaciones mentales que aunque no hemos querido mencionar en voz alta hemos compartido. Comprobaremos, también que la luz de la cafetería ha menguado. Joder, es tarde y ya es casi hora de cerrar. Tanto tú como yo, con tan solo observarnos los ojos una vez más sabremos que es el momento de marcharse, que ya nos hemos extraviado demasiado en momentos recónditos del pasado y es hora de recoger bártulos y seguir cada uno con la suya vida.

Con un ritmo silencioso comenzaré a levantarme y tú, aún sabiendo de sobra que es hora de partir, te tomarás la libertad  de decirme: “Sé que no me llamarás, pues ya lo hiciste en su momento y no me veía con fuerzas para contestarte. Pero, si en algún momento me recuerdas o te apetece decirme que me echas de menos y escuchar un “yo también” por respuesta apúntate mi número.  Sé que habré sido uno de los mayores capullos de la historia, pero te mentiría si dijera que en alguna de esas noches con alocadas seguidoras del arte me pierdo entre las sábanas, no veo tu rostro en el suyo.  Y que es entonces cuando deseo con toda mi alma que seas tú y no ellas.” Me sentiré un tanto incómoda, de nuevo mi corazón dará un vuelco y una leve sonrisa se dibujara en mis comisuras: “Sí, sabes que no te llamaré. Pero, eso no quita que unos días más, otros no y otros menos me acuerde de ti y de aquel episodio que pasamos juntos. De esos mensajes nocturnos de buenas noches y de tu forma de quitarme las gafas antes de fundirnos en uno. Pero no... No te llamaré, sencillamente recuerda que siempre te voy a querer, pero que ahora mi corazón pertenece a otra persona y sea con menos o más intensidad en comparación a lo que sentía por ti, le amo y por nada del mundo quiero desprenderme de él.”

Nos daremos dos besos y me tomaré el pequeño privilegio de abrazarte para renombrar tu olor en mi nariz. Por última vez tu mirada se cruzará con la mía y recogeré la maleta que reposa al lado de mis pies. A pesar de todo, desearé con todas mis fuerzas que en otro momento, en otra estación o en medio de la calle yo vaya con él de la mano y te encuentre a ti con una muchacha tan extraña como tú que te haga tan feliz como él me hace a mí. Será entonces cuando podré descansar sabiendo que aunque sea por separado, ambos somos felices y a pesar del filtro de tiempo, igual que yo me acuerdo de ti, tú te sigues acordando de mí.




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