miércoles, 23 de octubre de 2013

"Sueña con despertar en otro tiempo y en otra ciudad".

Esos días. Esos días, en cuyas mañanas te va pereza despertarte porque sabes que te vas a helar de frío. Que te da pereza moverte y salir de debajo de la protección de las sábanas porque sabes a ciencia cierta que va a ser un mal día. Tu ánimo decaído y esas extrañas ganas de llorar tempraneras te lo advierten: "No, no te levantes, quédate hasta mañana que entonces será otro día". Pero...claro, ¿cómo te vas a quedar un día entero en la cama? Tienes obligaciones, un perro que sacar, una familia que te va a tirar cosas si no te levantas y un montón de cosas que hacer. Así, que a duras penas te levantas.

Una sensación de mareo se acomoda dentro de tu cabeza cuando te levantas demasiado rápido. Instantáneamente te la coges por instinto, "joder, el día mejora por segundos": tiendes a pensar. Una vez que has conseguido resistirte a la sensualidad de tu cama, te preparas y con un frío interior en tus huesos saludas al Miércoles con otra perspectiva.

Que bonito es dormir, y que bonito es soñar. Descansar durante horas en un apacible e inconsciente sueño que te evade de la realidad y te sumerge en otras experiencias o sencillamente dejas de pensar y con eso tienes bastante. La putada es cuando te levantas y el día se presenta de mala manera.

Esos días, esos días en los que todo parece salirte del revés. En los que se te cae de las manos y te das golpes hasta con los bolígrafos. Esos en los que incluso el tiempo parece ponerse de tu parte y el viento te despeina el cabello hasta el punto que no ves lo que tienes en frente. Esos días, esos días en los que sueñas con despertar en otro tiempo y en otra ciudad. Lejos de los problemas que vive el mundo y de las personas que te provocan dolores de cabeza. Lejos, bien lejos. Malditos esos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario