Puede
que suceda como predijiste aquel día letal. Puede que un día en alguna estación
de tren como en una típica escena americana, cuando tú estés apunto de subir en
ese ferrocarril, tu mirada se cruce con la mía y te obligues a ti mismo a
retroceder. Que te acerques a mí, me sonrías y me des dos besos, invitándome a
tomar un café para hablar de nuestro ahora y nuestro pasado. Si la suerte nos ha sonreído yo me habré
convertido en una crítica musical de prestigio y tú en un flamante artista
contemporáneo.
Si todo
eso acontece acabaremos sentados en una mesa alejada del resto en un café
típico de cualquier estación de trenes. Empezarás a relatarme tu vida, tus
pinturas, tus exposiciones. Mientras yo, te diré el número exacto de conciertos
a los que habré asistido y a la cantidad de artistas que he conocido y sé que a
ti también te gustaría conocer. Incluso puede que lo conozcas a él, que hayas
escuchado su música y te guste encima de todo.
Posiblemente
acabe perdiéndome en el pequeño placer que me producirá el observarte. Me
fijaré en cómo te has convertido en un hombre. Me percataré de cómo una pequeña
brisa proveniente del aire acondicionado remueve juguetona uno de tus cabellos
molestándote. También, de cómo mueves la muñeca y con ello los dedos para
remover el azúcar que reside en el fondo de tu vaso de café. Y sí, recordaré un
pasado lejano, volveré a sentirme pequeña, indefensa e incluso a lo mejor se me
escape alguna de esas risas de niña chiquitina jodidamente adorable que solo tú
tenías el privilegio de escuchar. Muchas imágenes difuminadas de momentos
increíbles se proyectarán en mi mente y en silencio recordaré como con solo
diecisiete años me enamoré de ti, de ese niño de sonrisa mágica que eras. Y sé,
joder, sé de sobra que cuando ladees la sonrisa será porque tú también habrás sacado
ese cajón guardado de memorias y te deleitarás observando con minuciosidad
todos y cada uno de los objetos que en su interior diste cobijo un día.
Me reiré
al comprobar como una pequeña gota de café se desliza por tu comisura izquierda
y tú te la quitas usando con suavidad una de esas servilletas en las que pone: “Gracias por tu visita.”. Será entonces
cuando una pequeña vibración de mi teléfono me haga volver de ese viaje al
pasado en el que me he visto sumergida desde la primera vez que te miré en el
andén. Sabré de sobra que es él, y una
enorme sonrisa se dibujará en mi rostro. “Un
momento”, te murmuraré para poder comenzar la llamada. “Hola mi amor” susurraré mientras lo llamo y tú me observas con un
brillo de nostalgia en tu mirada. Me contará su día, que ha hecho y a quien se
ha encontrado. Me recordará lo mucho que me extraña y las ganas que tiene de
hacérmelo encima de la mesa de nuestra cocina. Volveré a sonreír como una
idiota que con tan solo escuchar su voz siente como se le eriza la piel.
“Te quiero mi amor”, será la frase con la que me
desprenda del móvil y vuelva a encontrarme contigo. Sonreirás de forma tonta y me mirarás con una
melancolía casi palpable para acabar diciéndome: “Recuerdo cuando yo era el dueño de esos te quiero, cuando yo provocaba
tus sonrisas y cuando te perdías entre los surcos de mi piel…Vaya…parece que
fuera ayer cuando te encontraba nada más abrir los ojos alguna que otra mañana.
Mentiría entonces si te dijera que no te echo de menos.” . Lo más probable
es que mi corazón se paralice durante unos segundos y yo te responda: “Si…y
fue hace diez años…Como pasa el tiempo. Yo también te he echado de menos y te
echo de menos. Pero, ahora es él.”.
Me
pararé a pensar en todo lo vivido, en como apareció él y reparó mis engranajes.
Me daré el capricho de recordarme que nunca te olvidé, que siempre seguirás en
mi interior como un buen momento de mi
vida, y que sea mi yo del pasado o mi yo del presente, ambos siempre te
querremos y sentiremos algo cada vez que tu mirada se tropiece con la mía. Sin
embargo, repararé en él, en lo feliz que me hace y en lo jodidamente especial
que es su esencia y todo lo que compone. En cómo me alegra los días y como me
quiere.
Pero,
si, habrá un pequeño segundo en el que me
planté abandonarlo todo y volver a encontrarme con aquellos brazos añorados y
aquellos besos robados. No obstante,
será solo eso: un pensamiento fugaz, por que el color verde esperanza de su mirada
y el delicioso aroma que desprende su piel me hará evocar los mil y un defectos
que tiene pero que le hacen increíblemente perfecto para alguien como yo. Sabré
de sobra que nuestro tiempo ya pasó, que aquel “tú y yo” se quedó anclado un
fatídico mes de Marzo, pero como suelen decir: “Lo breve, es dos veces nuevo”.
Centraré
de nuevo mi mirada en la tuya y comprobaré por la combinación de tus facciones
y movimientos por un instante, que tú también has pensado en volver a
intentarlo, en desear con todas tus fuerzas encontrarme de nuevo a tu lado en
tu cama. Pero, que tan pronto como lo has reflexionado, lo has desechado, supongo que es porque me ves
feliz y eso apacigua tus voces internas. Me tomaré la libertad de estirar con
lentitud mi brazo para apartar de tus ojos, ese rebelde flequillo que llevabas
y aún día sigues llevando. Y será entonces, cuando caigamos en la cuenta de que
estamos bebiendo de un par de tazas vacías, pues hará más de media hora que
terminamos con el café y lo que en realidad ha sucedido es que nos hemos
perdido con profundidad en las facciones del otro y en indagaciones mentales
que aunque no hemos querido mencionar en voz alta hemos compartido.
Comprobaremos, también que la luz de la cafetería ha menguado. Joder, es tarde
y ya es casi hora de cerrar. Tanto tú como yo, con tan solo observarnos los
ojos una vez más sabremos que es el momento de marcharse, que ya nos hemos extraviado
demasiado en momentos recónditos del pasado y es hora de recoger bártulos y
seguir cada uno con la suya vida.
Con un
ritmo silencioso comenzaré a levantarme y tú, aún sabiendo de sobra que es hora
de partir, te tomarás la libertad de
decirme: “Sé que no me llamarás, pues ya
lo hiciste en su momento y no me veía con fuerzas para contestarte. Pero, si en
algún momento me recuerdas o te apetece decirme que me echas de menos y
escuchar un “yo también” por respuesta apúntate mi número. Sé que habré sido uno de los mayores capullos
de la historia, pero te mentiría si dijera que en alguna de esas noches con
alocadas seguidoras del arte me pierdo entre las sábanas, no veo tu rostro en
el suyo. Y que es entonces cuando deseo
con toda mi alma que seas tú y no ellas.” Me sentiré un tanto incómoda, de
nuevo mi corazón dará un vuelco y una leve sonrisa se dibujara en mis
comisuras: “Sí, sabes que no te llamaré.
Pero, eso no quita que unos días más, otros no y otros menos me acuerde de ti y
de aquel episodio que pasamos juntos. De esos mensajes nocturnos de buenas
noches y de tu forma de quitarme las gafas antes de fundirnos en uno. Pero no...
No te llamaré, sencillamente recuerda que siempre te voy a querer, pero que
ahora mi corazón pertenece a otra persona y sea con menos o más intensidad en
comparación a lo que sentía por ti, le amo y por nada del mundo quiero
desprenderme de él.”
Nos
daremos dos besos y me tomaré el pequeño privilegio de abrazarte para renombrar
tu olor en mi nariz. Por última vez tu mirada se cruzará con la mía y recogeré
la maleta que reposa al lado de mis pies. A pesar de todo, desearé con todas
mis fuerzas que en otro momento, en otra estación o en medio de la calle yo
vaya con él de la mano y te encuentre a ti con una muchacha tan extraña como tú
que te haga tan feliz como él me hace a mí. Será entonces cuando podré
descansar sabiendo que aunque sea por separado, ambos somos felices y a pesar
del filtro de tiempo, igual que yo me acuerdo de ti, tú te sigues acordando de
mí.